miércoles, 31 de octubre de 2012

Paja con los pies

No sé qué he disfrutado más, si la paja que me has hecho con los pies,
 
 
o que me pidieses que me corriera sobre ellos o cómo lo has esparcido después por tu coñito... Me cuesta elegir.
 
 
Por cierto, ¿te he dicho alguna vez que nunca he visto un coñito tan bonito como el tuyo?

domingo, 28 de octubre de 2012

Sexo público

- Cierra las cortinas.
- No estoy para oscuridades.
- Cierra las cortinas. La oscuridad que te ofrezco te va a gustar...

 
- Muy bien... pero con las cortinas abiertas por completo. No podemos dejar ésto solo para nosotros dos.
 
Y es que, cada vez nos gusta más ser vistos.

viernes, 12 de octubre de 2012

Hagamos memoria

Después de más de cuatro años, la pasada noche volví a estar con ella. La excusa; la boda de dos antiguos compañeros de Facultad, muy lejos de nuestras respectivas ciudades y la necesidad de pasar la noche en el hotel del convite nupcial.

No hubo previos, tan solo unas miradas y una pregunta- ¿Cuál es el número de tu habitación?.

Sigue teniendo las tetas más bonitas de todo el Campus, casi veinte años después de aquella fiesta en la que, gracias al Vodka Eristoff, todas las chavalas de mi promoción acabaron bailando en braguitas el "Born in U.S.A." Curiosa paradoja para descubrir que aquel cuerpo no era normal.


Al entrar en su habitación, aún llevaba el vestido de gala. "Me pillas muy fría". Le contesté que habría que cambiar aquello entonces. Me miró y me dijo: ¿Qué me piensas hacer?

La respuesta fue clara, directa, sin rodeos absurdos:


Por supuesto quitarte la ropa personalmente. Ese vestido te queda justo, creo que un golpe de cremallera será suficiente para hacerlo volar. Haré que pierdas las braguitas y el sujetador, en caso de que lo lleves, lo haré volar tambien.- le dije.

- Eso está muy bien -contestó-, sobre todo para las películas de princesas, pero si esta noche he venido desde tan lejos es porque busco algo más. ¿Me vas entendiendo?

- Entiendo - fue mi respuesta- así que cambiaré un poco el argumento, a ver qué te parece este: Quiero follarte, pero de verdad... sin princesas de por medio. Que saltes y me llegue a doler la polla de tanto clavártela y antes de correrme quiero que seas tú la que me pida que se la meta en la boca, para chuparla y apretarla hasta estrujar todo el líquido que brote y consigas que me corra.


- ¿Qué debo hacer entonces?, ¿tragármelo?

- Eso no se pregunta... no creo que hayas hecho quinientos kilómetros para que te deje la cara perdida, ¿no? Te lo vas a tragar, no una, sino todas las veces que quieras que me corra.

- Quiero que te corras también en mi culo -dijo enérgicamente-. Sólo lo hice por ahí contigo y ya ni me acuerdo.

- Haremos memoria entonces.

jueves, 2 de agosto de 2012

Fotografías de desnudos



El trato era claro, tú posabas gratis a cambio de las copias y la noche gratis en el hotel y yo expondría las fotos, usando un pseudónimo para ti, en alguna galería sin darte remuneración alguna. Las fotos debían ser limpias, evitando la obscenidad y mostrando solo tus pechos, no podrían enseñar algo más allá, pues no lo ibas a permitir.

Mientras colocaba el foco cerca de la ventana tu fuiste preparándote. Se me iban los ojos, pues eran los primeros desnudos que hacía. ¿Te gusta esta postura?-decías mostrándote sugerente. "Valdrá", no alcancé a decir más.

Lancé varias ráfagas mientras te movías sobre la cama.
- Quítate algo más
- ¿Me lo quito todo?
- ...¡quítatelo todo!

Comenzamos a jugar, primero con las miradas, luegos con las risas y finalmente fui a buscar tu cuerpo.


No decías nada, solo te dejabas hacer, mientras mis manos nerviosas iban marcando tus límites. Eras dócil en mis manos, lejos de aquella criatura provocativa que se revolcaba sobre la colcha de la cama hacía escasos minutos. Usando el mando a distancia de la cámara volvía a lanzar ráfagas. Esas fotos no ´verían la luz en ninguna exposición. Vivirían en el disco duro de mi ordenador.


Tus movimientos eran leves, suaves, dejandose llevar entre los míos. Apenas miraba tu cuerpo, sol te besaba, me había enamorado de una pose de la que ni siquiera recordaba el color de sus ojos. Sabía tu nombre por el correo que me enviaste, pero poco más. Tuve que descubrir el resto con mis propias manos; tu pecho se envolvería, probablemente en una copa 85 ó 90 que acariciaría tus tiernos pezones; tu pantalón rondaría la talla 38, quizá la 36, escondiendo tu vientre sereno. Mis manos abarcaron tus pies delgados, tal vez calzarías un 37. Tu perfume era fresco, no tendrías demasiado dinero para tarros de alto postín.

Me encantó manejarte, como una tierna muñeca, de piel caliente, moviéndose al ritmo que mi música marcaba. Empecé a entrar en tí, cálida, muy húmeda... muy nueva. Tus caderas se abrían para rodearme, apresando mis vaivenes, para decidir el ritmo. Tu respiración entraba en mi boca, al tiempo que mi saliva entraba en la tuya. Tu pelo, desarbolado, rondaba por mi cara. Apartabas tu cabeza a un lado, para hundirla en mis hombros y jadear, cada vez más fuerte.




Tomé la cámara del trípode y comencé a fotografiarte, necesitaba conservar tu imagen en algún formato que no fuese mi memoria. Entraba y salía de ti con la familiaridad de la pareja que nunca fuimos, y tú te mostrabas para provocar aún más mi excitación.


Y fue al entrar desde atrás, cuando tus jadeos ya se tornaron gritos y no pude aguantar por mas tiempo. Me corrí dentro de tí, mientras las paredes de tu vagina me apresaban, tibiamente, como si no quisieran dejarme escapar. Me volqué por completo en tu interior lo que disfrutaste hasta el extremo, hundiendo tu mano en ti, para no dejar escapar ni una sola gota, de tu cuerpo sudoroso.


Pensé que jamás podría dedicar mi vida a la fotografía profesional. Al menos, no al desnudo.

domingo, 15 de julio de 2012

Tu culo, tu coño, tu mano, tu pie...

Mira atentamente esa foto:


Ese cuerpo podría ser el tuyo, perfectamente... pues, vista así, es idéntica a ti: rasurada, con unos labios carnosos, un culito perfecto... unas uñas cuidadas... Ahora bien, sigue mirando esa foto e imaginando que eres tú. ¿Qué me pedirías que hiciera?; ¿seguir mirando?, pedir que te taparas?... o marcar con mi saliva cada centímetro de piel que puedes ver ahí?

Yo optaría por la última opción; la de dejar la marca de mi saliva por cada espacio retenido en la imagen. Utilizar la lengua para aplicar brillo a ese cuerpo mate. Deslizar, entrelazar, penetrar... todo eso puede hacer una lengua ante semejante lienzo.

Ahí te dejo las opciones. Elige tú.

lunes, 9 de julio de 2012

Uno rápido

Comenzaba a refrescar en la piscina. Eran casi las ocho de la tarde y recordé que en mi maleta deshecha debía haber una sudadera, de esas que vendíamos en el último año de carrera para sacar unas pelillas pro-viaje...
- Enseguida bajo- dije a Javi y Belén- voy a la habitación... intuí que carecía de importancia lo que pensase hacer, pues ellos se babeaban con los ojos sobre el césped.

Entré aún mojado en la habitación. En ella dormíamos Javi, Sergio y yo, y estaba tan desordenada que me costó localizar mi maleta. Tras de mí, un portazo sonó en seco. Juraba haber dejado la puerta abierta, pero allí estabas tú. Habías entrado en mi habitación y habías cerrado la puerta. Te sonreí, pero tus ojos no mostraban más gesto que el de haberse perdido en alcohol.



- ¿Dónde está Sergio?, ¿no estás con él?
- Uno rápido, solo uno y rápido, ¡venga!

De primeras intenté soltarte de mi cuello. Olías a ginebra y a sudor, seguro que estabas en tu habitación montándotelo con tu novio y lo habías dejado borracho sobre la cama.

-¿Qué más te da dónde esté Sergio?...¿no te gusto?
- Sabes que a mí nunca me han gustado las rubias- fue la primera excusa que encontré, pero la sensación de estar desperdiciando la oportunidad de estar, aunque solo fuera por un rato, contigo, me hizo actuar más solícito- ¿qué pretendes, que haga una excepción?
- Pretendo gustarte.

Y ahí te aferraste a mis hombros. Me empezaste a besar el cuello y la boca y, repentinamente, soltaste aquello que acabó de excitarme. "No tienes cojones." ¿Que no?

Rápidamente te despojé de aquella camiseta de playa tan hortera pera deleite de mis ojos. Un tanguita blanco te cubría, aunque por poco tiempo. Estabas tan borracha que eras un muñeco en mis brazos y yo estaba tan caliente que no te iba a dejar escapar.

Recorrí tus pezones con la lengua, dejando un rastro de saliva en ellos mientras acompañabas mi lengua con tus gemidos. Te gustaba ver como te comía las tetas. Tan sumamente blancas, de haber recibido la luz directa del sol jamás y tan sumamente suaves. Tus pezones, claros pero robustos, con la fuerza de tus veinte años, apuntando a mi boca, hundiéndose en ella una y otra vez para aparecer totalmente inundados de mis saliva. la que tu recogías con tu mano mientras te llevabas el pezón a tu boca, intentándolo tocar con la punta de tu lengua. Alguna vez lo conseguiste.


Y quisimos jugar a la vez, y nos olvidamos de cualquier trapo que nos cubriese para pasar a calmar nuestras ganas. Por un instante saliste de tu estado etílico para moverte sobre mí y buscar mi paquete, ofreciéndome tu sexo limpio. Tu olor a sudor y a alcohol desapareció, se fue con tu ropa empapada, para dejarme el olor a ti. Un olor a sexo entregado, a vientre donado a mi boca. Sin ningún cortejo previo bajaste mi bañador y agarraste con ambas manos mi polla, ya empapada de deseo, mientras la besabas despacio, ibas liberándome del bañador. "Así, en pelotas... muy bien" acertaste a decir, mientras colocabas tu coño a la altura de mi boca, moviendo con vaivén tu pelvis, haciéndome rozar por la cara tu suave coño y tu perfecto culo, aún virgen de sexo. Comí hasta llegar a devorar los labios y el interior de tu coño mientras disfrutabas comiéndome a mí. Acerqué mi lengua para hacer un barrido por el filo de tu culo, varias veces, hasta que las ganas me hicieron penetrarlo con la lengua, mientras asentías de placer apretando más mi polla con tu mano y con tu boca llena, gemías.

- Vamos a follar- dijiste girando sobre mi cuerpo.
- No tengo ningún condón
- Ni yo tengo tiempo que perder. Y diciendo eso, me agarraste con fuerza la polla y la rozaste varias veces contra tu coño antes de dejarla entrar muy despacio.


La suerte quiso que la excitación fuera continua y la duración extensa, habría sido una pena haber sufrido un mini polvo en tales circunstancias. La borrachera no te impedía girar, saltar, cambiar una y otra vez de postura. Te la sacabas, la chupabas con fuerza, te rozabas con ella y la volvías a meter, entre vaivenes de tu pelo sobre mí. Estábamos desatados y había que disfrutarlo.

- ¿Te la meto por detrás?- te pregunté
- ¿Por el culo?, No, por el culo paso, eso debe doler... o no, ¡venga!, ¡vas a ser el primero!

Aquello entró muy despacio, mientras contenías el grito: "despacio, despacio" y acompasabas mi empuje con tu empuje contrario. Unas pocas embestidas más y ya estaba a punto de correrme; aquella situación hizo ya incontenible el torrente que aguardaba para el final.

- ¡¡¡Me voy a correr...!!!
Diste un giro rápido, ofreciéndome tu vientre como acomodo para dejar sobre ti toda mi leche, que se vertió, descontrolada, sobre tu cuerpo, repartida desde tu cuello hasta tus muslos.

Caímos rotos, sudados, exhaustos. Caímos sobre la moqueta del suelo de aquella habitación de hotel barato de isla. Un par de caricias más fueron el preambulo de una despedida que, yo creí, provisional, pero que se convirtió en definitiva.

- Me ha gustado mucho.
- Y a mí... pero vamos a tener que bajar. Sergio te estará buscando.
- Paso de Sergio. Hoy me gustas tú.


Nos besamos como se besan dos personas que poseen sentimientos verdaderos, Nos tocamos, a modo de despedida, como queriendo guardar el recuerdo de nuestros cuerpos.

- Hoy también me gustas tú- te dije
- No te creo, soy rubia.

viernes, 15 de junio de 2012

Ahora me vas a escuchar



No comprendo por qué te ruborizas tanto cuando recuerdo niustros días y te hablo con naturalidad. Dices que soy muy bestia, muy bruto al halar de aquéllo y no entiendo tanta pulcritud por tu parte cuando fuimos igual de animales los dos. Pero ahora, que sé que estás leyendo ésto, me vas a escuchar, palabra por palabra. Por cada cosa tiene su nombre y un coño es un coño aquí y en la China.

Porque sí, porque aunque pasados los años nos pueda sonrojar, te diré que jamás probé un coño como el tuyo. ¿Te asusta escucharlo?, pues es así. Era perfecto, pequeño, tan suave... y sabes lo que me gustaba. Como tus tetas. Y digo tetas porque para ti la palabra "pechos" era muy cursi. Pues eso. Nunca tuve en mis manos y en mi boca unas tetas tan grandes y tan bonitas, con aquel sabor a sal de la playa. Recuerda, y no te escandalices, cómo me aprtabas la cara contra ellas para que te las comiera y te mordiese los pezones rosados. Tú tan blanca y yo tan moreno... que mira que te gustaba el detalle de "estar moreno entero" porque no piso una playa textil desde hace años.

Y aunque te sonroje lo diré, porque sé que lo estás leyendo y en el fondo lo estás disfrutando. Nadie, repito, nadie, me ha comido la polla como tú. Era genial correrme en ella al tiempo que apretabas los labios para que ni una gota de mi leche saliese de ella y lo que me decías...¿no lo recuerdas?... "quiero beberte toda la vida".


Y las escapadas a tu casa los martes por la noche, al salir de la Facultad, llegaba sudando de tanto correr y siempre querías follar antes de dejar que me duchase, porque "te ponía mi sudor".

Sé que tienes buena memoria, tu memoria y tu belleza te han abierto muchas puertas, por eso sé que recordarás cada instante, como el día que te pedí hacerlo por detrás y no tú no quisiste porque "eso no es amor". Lo peor es que sé que sigues sin hacerlo así, porque tu maridito me lo ha contado. Lo que él no sabe es que yo te tuve mucho antes que él y que seguro que mejor que él, porque estamos muy enamorados, pero ahora parece que te averguenzas.

Antes no te avergonzaba pedirme cosas. Tú y tu fetichismo. Morías porque te comiese los pies y llegabas a correrte con mi lengua entre tus deditos. Y te gustaba jugar con tus pies por mi polla y por mis huevos.



Ahora, que parecía darte verguenza que te viese en bikini el fin de semana pasado, pareces tan recatada... y olvidas el día que me explicaste cómo enjabonarse sin esponja y disfrutabas viendo como me empalmaba solo con mirarte frotar una y otra vez tus tetas con las manos llenas de gel.

Espero que no me olvides... que no me consideres un animal por llamar los cosas por su nombre. Puede ser preciso, pero no bestia.

Bestia eras tú cuando follábamos, y gritabas, y me marcabas y me apretabas con las piernas y te gustaba ser salvaje. Eso sí es ser bestia, lo mío no, amiga. Lo mío, no


viernes, 4 de mayo de 2012

Fantasias sexuales

Me dijo que debíamos escribir en un papel nuestras fantasías sexuales, lo que no hubiésemos hecho antes. Esa noche, al llegar a casa, encontré su lista, escrita a ordenador en una cuartilla que había doblado por dos veces, en mi mesa del despacho.:

     "Hola Vida; no creas que esto que te escribo me ha resultado fácil. Simplemente sigo las instrucciones de nuestra psicóloga. Por favor, si algo te molesta, por poco que sea, dímelo y me lo quitaré de la mente. Te quiero mucho. Bueno, pues ahí van mis "deseos ocultos":

- Follarme a algún amigo tuyo y que tú lo veas. (está muy de moda, tengo alguna compañera del colegio que lo hace)


- Colgar fotos mías en internet y avisar a tus compañeros para que las vean. (ya sé que tenemos algunas por ahí pero en plan anónimo, no se nos ve la cara)


- Montárnoslo con alguna chica joven; tú, ella y yo hasta morir del cansancio. (sabes que nunca me han atraído las tías, pero últimamente me fijo mucho en una chica de prácticas, muy joven, muy delgada y con las tetillas muy pequeñas, como a ti te gustan)


- Que me metas el dedo en el culo con mas frecuencia, no solo para disfrutar tu, tambien para darme placer a mi. (no te lo he dicho nunca, pero es una de las cosas que mas me excita, sentir como me "follas" de otra manera, saber que me estas mirando el culo abierto, ummmm...es que me encanta!!)


- Hacer que te corrieras en una copa y después bebérmela hasta la última gota (me encanta el sabor de tu leche, pero esto me parece tan guarro...)

No se me ocurre nada más. Espero tu nota."


Eran casi las 9 de la noche y ella estaría a punto de regresar. Tomé un post-it del escritorio. Anoté unas palabras y lo pegué sobre su nota. Después la dejé sobre la cama del dormitorio, bien visible y entré a darme una ducha.
Al poco escuché la puerta abrirse, sus tacones avanzando por el pasillo, se detuvieron. Eso es que se los ha quitado, siempre tan prudente con los vecino -pensé. Mientras me secaba la escuché dar un grito de alegría. Por lo que veo, le gustó leer mi nota:

     "Mi fantasía es cumplir todas tus fantasías."

jueves, 26 de abril de 2012

34




- ¿Qué edad tienes?
- 34
- ¿34?... pensé que eras algo más joven
- Entonces soy demasiado viejo, ¿no?
- Yo no he dicho eso...

      -Silencio-

- Bueno, si estás incómoda lo dejamos y me voy. Tampoco es necesario estirar el asunto.
- No estiro, simplemente espero.
- ¿Esperas?, ¿qué esperas?
- Que me separases las piernas, pero... viendo que no lo haces tú, lo haré yo misma.

     Se levantó del sofá y se colocó ante él. Subiéndose la falda hasta tenerla completamente arrugada en su cintura, dejaba mostrar su sexo limpio y desnudo. No cubría ropa alguna su ser más íntimo, sólo un escaso hilo de vello, como una caminata de hormigas, ascendía desde su perfecto coño. Fue ahí cuando tomó su mano, con la palma abierta hacia arriba y con ella se froto una y otra vez, cada vez con más prisa, hasta llenarle la mano de su viscosidad más impura.

     Con delicadeza, llevó aquella mano a su boca. La beso, la lamió, la dejó hundir en el interior de su boca, mezclando los fluidos más excitantes de su cuerpo en un mínimo espacio.

- 34 años, pero tienes manos de niño.
- Quizá... conservo cosas de niño, pero sólo las manos.

domingo, 8 de abril de 2012

Imaginemos que estás aquí

Si te cogiera esta noche...


Si pudiera tenerte cerca amaneceríamos juntos, sudorosos y desnudos. Pero estás tan lejos ahora.
Me acercaría por tu espalda, para volcarte sobre la mesa y tocarte con ambas manos. Tú me pedirías mesura, pero seguramente, yo echara tus braguitas hacia un lado y te pondría húmeda sólo con mi roce.
Te conozco bien, y sé que separarías las piernas en el acto, dejando que tu coñito se abriese también, a lo que ayudaría yo con mis manos.
y ahí entraría, con violenta ternura, recreándonos en cada acometida. Tú, despojándote de tu camisa y de tu sujetador, yo, haciendo lo propio con mi camiseta y mis pantalones, sin dejar que el ritmo decayese.
Me encantaría correrme en esta postura, pero prefiero alargar el momento pues me encanta ver tus tetas rozándose contra el brillo de la mesa.


- Vamos a la cama -me dirás. Y allí te tumbarás boca abajo, luciendo ante mí tu culito tierno y suave.
Si queda algo de ropa, será el momento para alejarla de nosotros; fuera boxers, fuera braguitas, fuera medias... así me gustas... completamente desnuda.

Girarías tu cuerpo para ofrecerme tus pezones oscuros, endurecidos por el frío y el placer, para que haga comida de ellos.


Me encantaría tenerte aquí y poder hacer una mutua entrega de cuerpos. Y, ¿al final? Al final sentiría el enorme gusto que brotaría incontrolado. "Me corro, me voy a correr" -te diría; y tú dejarías caer tu espalda en la cama para que desplomase mi leche sobre tus tetas, y así lo haría: tus tetas, tu cuello, tu barbilla, tus brazos... cualquier sitio podría sufrir la caída de semejante embestida de lujuría.

Ahora no te tengo cerca, pero te sueño e imagino este momento cada día.

lunes, 2 de abril de 2012

Sé lo que te gusta


Te gusta mi polla. Lo sé. Te gusta ver las fotos que cuelgo por ahí. Las miras y las remiras. Pierdes la cuenta de cuántas veces tus dedos han terminado bañados entre tus piernas, en la incómoda silla que tienes frente al ordenador. Te gusta su forma, su tamaño, su grosor. Te gusta como huele, como sabe. Te encanta beber cuanto de ella sale, al principio poco, para acabar llenándote la boca y manteniéndolo en ella por un instante, para degustarlo, para calentar tu lengua, tu paladar, para poder mirarme a los ojos mientras lo dejas entrar garganta abajo y acontinuación juntar tu lengua con la mía. Dices que es suave, que nunca has acariciado una polla tan suave como la mía y la acaracias por igual con la mano, con la lengua, con tus tetas, con tus pies. Dices que es oscura y eso te excita más, pues te resulta excitante que esa parte escondida del cuerpo no sea blanquecina sino morena. Siempre que puedes detienes tu recorrido en "el escalón" para deleitarte tú y matarme de placer a mi. Disfrutas apretándola fuerte entre tus manos o entre tus pies. Abarcando toda tu mano. Opinas que tiene un grosor perfecto, hecho a la medida de tu boca y de tu coño.


Te gusta mi polla. Te encanta despertarla por la mañana, cuando aún la luz no atraviesa las persianas, y la tomas en tus manos, amasándola, como se amasa la plastilina entre las manos de un niño, enderezándola y haciéndola crecer. Incluso te gusta hacerlo teniéndola dentro de tu boca, para sentir así, como aumenta su tamaño mientras usas las manos para otros caprichos. Sé que te gusta.

Sé que hoy volverás a mirar mis fotos. Y volverás a acariciarte con la sensación de tenerla muy cerca de tu cuerpo. Y acabarás corriéndote entre convulsiones de gusto. Y encogerás tu cuerpo en cada una de ellas. Y te quedarás ahí, con el cuerpo muerto, derrumbado después de correrte, con la mano entre las piernas, sin querer sacarla para no tener que renunciar al placer de tu propio roce.

Pues sigue disfrutando de mi polla cuanto quieras. De su color, de su textura, de su grosor, de tamaño, de su olor, de su suavidad, de su forma. Sigue, porque sé que te gusta.


lunes, 5 de marzo de 2012

Vecinas cachondas, amores perdidos y antiguas pasiones

No han sido tantas las mujeres con las que he disfrutado jugando y compartiendo sexo. No he follado con más de seis o siete, cada una me dio, no solo la felicidad del momento, sino que aportó algo que en vida sexual faltaba.


Así, Esther, siempre fue la arrogante. En la cama solo valía la pulcritud y las buenas maneras. Cualquier palabra malsonante era castigada con la abstinencia y creo que, definitivamente, su problema era que estaba demasiado enamorada de sí misma. No duró mucho, apenas seis meses. Al tiempo comprendí que había convivido seis meses con un hermoso maniquí...



Raquel, de la que ya hablé en alguna ocasión, me trajo algo más que sexo, me trajo el amor. Podiamos estar horas y horas mirándonos desnudos, nos amábamos y eso ya resultaba suficientemente excitante. Con ella empecé a hacer fotos de desnudos en blanco y negro, pero era demasiado bonita y encontró otro lugar para soñar que no era mi cama. Hoy no sé por dónde andará y prefiero no saberlo.



"M" me llevó a las posturas más insospechadas cuando apenas teníamos veintitrés años. El sitio daba igual (su coche, el mío, la oficina de sus padres o los baños de la Facultad). Era estudiante de Medicina, muy aplicada y una hija ideal, pero a solas era una fiera. Despertó mi gusto por el anal, que yo no había experimentado antes y a ella le encantaba (más si una mano entraba a la vez por delante...). Al acabar la carrera nos enfriamos y decidimos separar nuestra relación; aunque a día de hoy sigue siendo mi mejor amiga... por eso os quedáis con las ganas de saber su nombre real.



Cuando "S" llegó ella soo tenía diecinueve años y yo rondaba la treintena. Era mi vecina en el piso de alquiler que habité por motivos laborales. Vivía con otras tres estudiantes y eran una panda de lo más salida. Con "S" hubo sexo pocas veces, pero muy intensas. Las mejores mamadas de mi vida fueron las suyas y su especialidad era editar videos caseros. Casi todo lo que ocurrió en mi cama del piso aquel se registró en su cámara. Lo editaba y me lo dejaba en VHS en el buzón. No he vuelto a encontrar a nadie que folle así.




Y, por último, "A", la que pudo ser mi esposa. "A" no soportaba el sexo salvaje, era muy recatada, hasta el punto de no quitarse los calcetines mientras follábamos "por no estar totalmente desnuda". Era una morena preciosa, con un buen matojo por coño (aunque cuidado, eh?) y unas tetas perfectas. Pero tanta belleza desperdiciada me resultaba enfermiza... y decidí volar de su lado.


Hoy vivo casado, tengo dos hijas y, como comprendereis, todo esto se echa mucho de menos. Pero lo vivido... ahí queda.

jueves, 1 de marzo de 2012

Pezones duros, fuegos artificiales y cervezas frías

Continuaba el temblor de los fuegos artificiales dibujándose sobre la costa, con la mar calma y la brisa invitando al paseo. Pasaba la una de la mañana de aquel uno de enero y en las ventanas de las casas cercanas el jolgorio y las risas formaban una perfecta banda sonora, en sintonía con el transitar de la gente por la calle abajo, en dirección a la plaza, donde comenzaban a funcionar los bares y las tabernas de alrededor se preparaban para recibir los primeros billetes del año. No bajábamos de los quince grados, el cielo estrellado con el retazo de algún nubarrón rezagado. Era la primera vez que Joan y Sensi no habían acudido a la casa de los padres de ésta para la cena de Nochevieja. Luisa, la madre ya la había dicho en varias ocasiones que no sacrificaran su diversión por ellos, que, particularmente, eran ya mayores y no tenían ningún interés por esa típica fiesta. "Os vais los dos, a un hotelito de la costa, y pasais de un año a otro abrazaditos en la cama"; y eso hicieron. Dos horas antes de la medianoche, Joan llegó a la habitación del hotel con una gran pizza y varias latas de cerveza helada mientras Sensi, dormida, recuperaba el aliento de los últimos gemidos dejados escapar entre los emitidos por él. Habían follado más de hora sin parar, y entre sus jadeos, el sonido de los tacones y gritos de última hora de los clientes del hotel, repasándo sus tardíos retoques antes de bajar a la cena de gala.

Ellos habían optado por otro tipo de lujo, el de tomarse el uno al otro. Así hicieron cuando Joan recorrió, primero con sus manos y después con la lengua, cada milímetro de la piel de su novia. Al paso del recorrido de la saliva, la piel de Sensi se erizaba mientras ella misma acariciaba con demostrado interés sus pechos, dejando endurecer sus pezones al roce de las sábanas. Su cuerpo era menudo, para nada perfecto, en el que unas caderas demasiado anchas provocaban el complejo de una joven que, sin embargo, sentía auténtica devoción por su coñito. Le gustaba jugar con su vello, variando el estilo, recortándolo por los lados o dejándolo crecer sin remordimiento estético alguno. Para aquel Fin de año, se hizo un rasurado casi total, dejando solo una estrecha línea vertical, a modo de prolongación de su rajita, de apenas tres centímetros en dirección a su ombligo. Sus pechos eran pequeños, pero con la movilidad propia del morbo más exquisito.

Mientras Joan jugaba a babear todo su cuerpo, ella cerraba los ojos para imaginárselo inundado por la saliva de él. En su imaginación, su cuerpo era perfecto, y también el de Joan. Dejaba volar en paralelo aquellos sueños, que se deslizaban entre sábanas de seda negra y ambientes iluminados por el temblor de decenas de velas, nada que ver con el hábitáculo clásico en el que moraban esa noche.

Joan la hacía voltear sobre la cama. Su lengua era ágil y rápida y buscaba los espacios cerrados para abrirlos, como si en lugar de una lengua, usase una palanca. Introducía con delicadeza su lengua entre las nalgas de Sensi, que ella separaba para deleite de los ojos de Joan. Mojaba el orificio de su ano con el mismo flujo que arrastraba desde su vagina. De vagina a ano, de ano a vagina. Humedecía e introducía, trepando después por la espalda para apoyar su miembro, tenso y grueso entra las piernas de Sensi, que las abría sin rechistar, sumisa al placer, con la cara apretada contra la almohada y los pechos manoseados por ella misma.

Ella también quiso beber de su novio. Deslizó sus labios entreabiertos por el tronco de su polla, con delicadeza extrema introducía la lengua entre la piel y el capullo. La piel de su polla era muy elástica, la cubría por completo, y eso excitaba a Sensi, pues le dejaba bajar la piel con la boca con el consiguiente placer para él.

Así siguieron hasta la hora en que el control desapareció. Joan, que quería correrse desde hacía ya unos minutos soltó varios arreones contra la pelvis abierta de ella. El sudor que les bañaba era impropio de un treinta y uno de diciembre. El éxtasis estaba a punto de aparecer. Ella, boca arriba, gimiendo a voz en grito, con las piernas separadas y elevadas, y con sus manos sujetándose los muslos por el cansancio. Él, rodillas en cama, jadeando al tiempo que ella, arqueando su cintura para hacer más profunda y violenta la acometida, con los brazos abiertos, tomando los pies de ella en sus manos. Ambos sudorosos, ambos entregados al agotamiento. Ambos gritaron a la vez al sentir como un trepidante borbotón de leche inundaba el interior de Sensi. Y volvía a apretar, una y otra vez, para inundarla de nuevo.

Una vez separados, Joan fue el primero en llegar a la ducha, refrescándose de manera rápida, pues la realidad del invierno había regresado a su cuerpo. Se vistió y dejó a Sensi desnuda en la cama, aún sudando y jadeante, aún regada por la leche de Joan, que aparecía entre los labios de su coño, como una cascada. De la misma manera que la encontró dormida cinco minutos después, un par de horas antes de la medianoche, cuando volvió a la habitación del hotel con la gran pizza y las cervezas heladas.

martes, 21 de febrero de 2012

Unas fotos

Acabábamos de echar un grandioso polvo que me había dejado medio muerto en tu cama cuando regresaste picarona con aquella cámara digital que compramos en el viaje a Salamanca.

- ¿Nos hacemos unas fotos?


Yo estaba aún tumbado boca arriba, notando que respiraba con dificultad y con la barriga llena de mi propia leche.
- Mira como estoy -le dije señalándola.- Tú y tu manía de de me corra siempre fuera.
- Es que me gusta verlo...
- "...es que me gusta verlo." Pásame el papel, vamos a quitarla por lo menos. Y comencé a secar toda la zona de mi vientre de mi líquido pringoso con el papel higiénico, justo ahí, encendiste la cámara y empezaste a enfocar. ¿Pero qué haces? -fue mi reacción.

Ella se acercaba, le gustaba hacer fotos desde cualquier ángulo.

- Como me ponen tus huevecitos - decía mientras fotografiaba con una mano y con la otra los acariciaba con fuerza.

A mí, el empalme se me había ido hacía unos minutos, pero sabía que con semejantes caricias, mi polla volvería a levantarse sin demasiado esfuerzo. Ella siguió con su juego. Se separaba los labios del coño y enfocaba. Tenía un clítoris dulcísimo y sabía cómo enredar con sus dedos para que alcanzara un bonito color para la fotografía. Desde cualquier ángulo era capaz de disparar seis o siete veces seguidas. Disparaba, miraba, repetía, miraba....


Me animé a participar y tomé la cámara, se tumbó y le dí la vuelta sobre las sábanas de color granate. Su culo era perfecto, ella lo sabía y, además era consciente de mi predilección por esa zona y por el jugueteo anal, por eso no dudaba en separarse con ganas los cachetes y dejar tenso su lindo agujero. Fotografiaba su culo abierto, a medio abrir, con un dedo mío en su interior, con un dedo suyo... con un dedo de cada uno penetrándola por detrás... Volvió a girar sobre si misma.

Sus tetas endurecidas se mostraban apuntándome, requiriendo mi atención y, mientras yo me colocaba a horcajadas sobre ella y disparaba mis flashes sobre sus preciosas tetas, ella manoseaba mi polla y mis huevos, se lamía la mano y volvía a atacar.

- ¡Cómo me has puesto otra vez, cabrona! -solté la cámara sobre la mesita de noche y agarré con dureza la base de mi polla para dirigirla otra vez a su coñito, recién rasurado mientras ella volvía a colocarse boca abajo.- Te voy a follar porque me has puesto malísimo.


- Pues fóllame... -extendió su mano y recuperó la cámara.- ...Ya verá alguien nuestras fotos.

miércoles, 11 de enero de 2012

Elena y su fetichismo de pies


Los viernes solíamos acabar la noche en el piso de Elena, bastante borrachos y demasiado entregados a la juerga. Allí dormiamos hasta que, a la mañana siguiente, cada cual marchaba para su casa. La noche del 6 de Mayo no sería diferente. Mi reloj marcaba las cinco en punto de la mañana. Raquel, Bea y Sandra desaparecieron tras la puerta del dormitorio que las acogía semanalmente sin decir siquiera "buenas noches". Pablo, Elena y yo decidimos fumarnos el último antes de irnos a dormir.

Pablo se sentó en el suelo apoyando la espalda contra la pared y Elena y yo ocupamos el pequeño sofá. Mientras terminaba de preparar el cigarro, Elena se descalzó y puso sus pies sobre mis piernas:

- ¿Te gustan?
- Preciosos, Elena -fue mi respuesta.
- Elena es la tía más fetichista que conozco -adjuntó Pablo- en la faz de la Tierra. Le encantan los pies.
- Pues sí - contestó. Me encantan, es lo primero que miro de la gente, pero más que gustarme, es que me ponen...

Pablo sonreía con la sonrisa que deja el exceso de alcohol y poco a poco iba apagando sus ojos.

- Dime, ¿de verdad no te parecen superpicantes los pies?
- Mira Elena, los tuyos son muy bonitos, pero de ahí a que me parezcan "superpicantes"...
- ¿Nunca te han hecho una paja con los pies?
- Pues claro, y me he comido un montón de ellos y alguna que otra me los ha comido a mí, pero, de verdad, no es una parte del cuerpo que provoque en mí nada más que cualquier otra.

Elena pareció sentirse avergonzada por mis palabras, pues, despacio, recogió sus piernas sobre el sofá

- No te retires -le pedí. Trae aquí. Y cogiendo con fuerza sus pies los devolví al sitio que estaban ocupando.
- No quiero ofenderte -dijo seria.
- Y no lo haces. En eso miré a Pablo. Su cuello estaba totalmente curvado hacia uno de sus hombros, dejando sobre él la cabeza. Se había quedado dormido profundamente, con la boca entreabierta y los brazos caidos a lo largo del cuerpo.

- Mira. - dije- Este ya ha entrado en coma.
- Pues entonces es el momento de dejar que te demuestre que mi fetiche no es para nada absurdo.

Se deshizo de las medias a modo de streptease y abrió la botonera de mi pantalón. A continuación, tomó de nuevo asiento y comenzó a pasar sus pies por mi boca, mi cuello, mi cara... hasta dejar caer uno de ellos por mi pecho, encontrando el pantalón abierto y colándose en él para, a continuación, deslizarlo sobre mi ropa interior, adelante y atrás y apretando sus dedos, como queriendo abrazar mi polla.

- ¿Te va gustando?
- Umm, déjame un poco más de tiempo.


Aquel jueguecito, unido a la borrachera, me estaba gustando demasiado, tanto que recliné mi cuerpo sobre el sofá y decidí soltar los botones de la camisa y bajarme los pantalones. Ella celebró mi gesto con una sonrisa y un largo "Uhmm". Y siguió con su danza sobre mi cuerpo, solo que ahora podía esconder su pie bajo mi boxer con más facilidad. Si en mi cara su tacto resultaba frío, al rozar mi polla sentí sus dedos helados, lo cual, no sé por qué, me excitaba más. Decidí actuar.

Sujeté con una mano el pie que me estaba poniendo la polla a reventar, y opté por apretarlo contra ella, forzando la separación de sus dedos para meterla entre ellos; mi otra mano se encargó del otro pie, el cual me llevé a la cara y tras recorrer mis pómulos y mi barba con él, lo llevé a la boca, primero besándolo, para después, iniciar el ritual: lamerlo. Lo hice por todas partes, desde el talón hasta las uñas esmaltadas de color burdeos. Lo lamí, lo mordí, lo comí, lo saboreé sin descanso, hasta que ella lo apartó para ayudar a su otro pie a hacer presa sobre mi polla. Acabé por sacarme los pantalones y los boxers; la camisa había volado hacía un buen rato. Estaba totalmente borracho, colocado de maría, con una amiga de toda la vida haciéndome una paja con los pies junto a otro colega dormido en el suelo. Me dejé llevar, como me decía Elena, no había nada que perder y posé suavemente las manos sobre sus empeines para acompañar el vaivén de sus pies.

- ¿Serás capaz de correrte?
Intenté imaginar a donde iría a parar todo lo que saliese de mí. ¿Quieres que me corra sobre tus pies? -le pregunté.
- Por supuesto -respondió apretándolos aún más.

La corrida no tardó demasiado y, efectivamente se derramó sobre sus pies, sus tobillos, mis piernas, mis huevos, el sofá...

- En estos momentos me encantaría ser contorsionista para poder llevarme los pies a la boca.


Tengo que reconocer que sigo sin sentir un especial delirio hacia los pies femeninos, pero desde luego, como le dije antes de dormirnos en el sofá:

- Considérame adicto a tus pies.

domingo, 8 de enero de 2012

Me debes una corrida

¿Recuerdas nuestra primera mañana en Cádiz? Era Enero, tres de Enero de 2000. Yo me desperté pronto y corrí en calzoncillos por la casa buscando el mando de la calefacción para caldear tu apartamento. Prepará café con tu cafetera italiana, algo oxidada y recoloqué un poco los cojines del sofá, que habían pasado toda la noche en el suelo, donde los dejamos después de follar a oscuras hasta cerca de las cuatro. También doblé la manta que usamos para no helarnos y me encontré con tus braguitas y tus calcetines.

Mientras el café subía, yo, sentado en el sofá, apretaba en una mano tus braguitas blancas y en la otra tus calcetines grises de lana. Todo olía a ti y a aquella primera noche. Yo tenía muy claro que sería la primera de unas pocas noches, pues el día seis debía volver a mi ciudad y nuestras vidas seguirían sus caminos, pero me gustaba envolverme de ti y de tu aroma.

La cafetera comenzó con su silbido a llamarme, me levanté camino de la cocina con las paredes del apartamento ya calientes. Dejé dos tazas, cada una diferente de la otra sobre la mesa de la cocina y serví en ellas el café, un poquito de leche del tiempo y dos de sacarina. Debió ser el ruido de todo el ajetreo que organicé lo que te despertó. Escuché tus pasos leves por el dormitorio y de repente apareciste liada en la manta de colores que nos cobijó en nuestra primera noche.

- ¿Qué haces levantado tan pronto? -dijiste sacando, casi con miedo, uno de tus brazos de la manta.
- ¿Tú qué crees?, preparar un poquito de café.
Me miraste sonriendo, con tu pelo lacio, casi rubio, escondiendo los lados de tu cara. De acuerdo -me dijiste- pero después del café volvemos a la cama. Me debes una corrida, recuerdas...?


Nos tomamos el café abrazados bajo la manta. Yo en calzoncillos, ella completamente desnuda. Cada sorbo iba acompañado de un apretón de cuerpos, hasta conseguir empalmarme antes de acabar el café.

- ¿Qué le pasa a esta cosita morena? -decías mientras tu mano fría entrabas en mis calzoncillos- ¡Oh!, ¡pero bueno!... ¡si está ya mojadita!



Y soltaste tu taza y te desprendiste de la manta y tu pusiste de rodillas para bajarme los calzoncillos. Acercaste tus labios y besaste con ternura mi glande inflamado. Al separarte, un pequeño hilo de mi fluido unía tu boca y mi glande. Lo retomaste con avidez y allí perdiste el control.

- Ahora ya me debes dos corridas.

jueves, 5 de enero de 2012

Aún conservo tu sabor


Aún conservo tu sabor horas después de haberte paladeado como un exquisito postre prohibido. Fue un éxtasis volver a ver tu cuerpecito de ángel abierto para recibirme, con la inocencia de un ser limpio y la lujuría de un alma entregada de antemano a los infiernos.

Rozarte de nuevo con mis manos, intentando cubrir con ella cada uno de tus secretos mientras mirabas hacia el techo y respirabas compulsivamente, como si no hubiese minuto tras aquel minuto.



Tu sexo abierto es el paraíso húmedo al que quiero morir cada noche, cada mañana, cada momento. Suave, pequeño...perfecto. Dibujar sus formas con la lengua y arquear tu espalda como respuesta al estímulo. Te gusta empujar con manos mi cabeza, clavarla en ti y a la vez, apoyar tus pies sobre mis hombros, empujando con fuerza. Me adentras y me expulsas al tiempo. Tu piel se eriza con cada paso de mi lengua, arrastrándola sobre tu vientre rasurado de control, vacío de prejucios y plagado de imaginación.


Me gusta tu sabor. Me gusta mezclar los sabores de todo tu cuerpo. Y recordarlos como lo hago ahora.