Ella no dejaba de jugar con su polla. Sin tregua, la hacía bailar entre sus manos, realzando su firmeza y dejándola desvanecer sin control. Sus pálidas mejillas se acercaban para ser acariciadas por aquel miembro, que se balanceaba a su voluntad.
- No sé si voy a responder. Son casi las seis de la mañana... ya no puedo más.
- Tienes que aguantar -suplicaba al tiempo que apretaba su mano y la hacía subir y bajar con más ímpetu.
Luego, la pasión.
- Estoy a punto otra vez... me vas a matar.
Todo su ser brotó de nuevo en el interior de aquella boca, que apretaba los labios rosados para no dejar escapar ni una sola de las gotas de su éxito.
Ahora, el sonido era el que producía su garganta al alimentarse del calor de él.
Luego,... el silencio
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