jueves, 2 de agosto de 2012

Fotografías de desnudos



El trato era claro, tú posabas gratis a cambio de las copias y la noche gratis en el hotel y yo expondría las fotos, usando un pseudónimo para ti, en alguna galería sin darte remuneración alguna. Las fotos debían ser limpias, evitando la obscenidad y mostrando solo tus pechos, no podrían enseñar algo más allá, pues no lo ibas a permitir.

Mientras colocaba el foco cerca de la ventana tu fuiste preparándote. Se me iban los ojos, pues eran los primeros desnudos que hacía. ¿Te gusta esta postura?-decías mostrándote sugerente. "Valdrá", no alcancé a decir más.

Lancé varias ráfagas mientras te movías sobre la cama.
- Quítate algo más
- ¿Me lo quito todo?
- ...¡quítatelo todo!

Comenzamos a jugar, primero con las miradas, luegos con las risas y finalmente fui a buscar tu cuerpo.


No decías nada, solo te dejabas hacer, mientras mis manos nerviosas iban marcando tus límites. Eras dócil en mis manos, lejos de aquella criatura provocativa que se revolcaba sobre la colcha de la cama hacía escasos minutos. Usando el mando a distancia de la cámara volvía a lanzar ráfagas. Esas fotos no ´verían la luz en ninguna exposición. Vivirían en el disco duro de mi ordenador.


Tus movimientos eran leves, suaves, dejandose llevar entre los míos. Apenas miraba tu cuerpo, sol te besaba, me había enamorado de una pose de la que ni siquiera recordaba el color de sus ojos. Sabía tu nombre por el correo que me enviaste, pero poco más. Tuve que descubrir el resto con mis propias manos; tu pecho se envolvería, probablemente en una copa 85 ó 90 que acariciaría tus tiernos pezones; tu pantalón rondaría la talla 38, quizá la 36, escondiendo tu vientre sereno. Mis manos abarcaron tus pies delgados, tal vez calzarías un 37. Tu perfume era fresco, no tendrías demasiado dinero para tarros de alto postín.

Me encantó manejarte, como una tierna muñeca, de piel caliente, moviéndose al ritmo que mi música marcaba. Empecé a entrar en tí, cálida, muy húmeda... muy nueva. Tus caderas se abrían para rodearme, apresando mis vaivenes, para decidir el ritmo. Tu respiración entraba en mi boca, al tiempo que mi saliva entraba en la tuya. Tu pelo, desarbolado, rondaba por mi cara. Apartabas tu cabeza a un lado, para hundirla en mis hombros y jadear, cada vez más fuerte.




Tomé la cámara del trípode y comencé a fotografiarte, necesitaba conservar tu imagen en algún formato que no fuese mi memoria. Entraba y salía de ti con la familiaridad de la pareja que nunca fuimos, y tú te mostrabas para provocar aún más mi excitación.


Y fue al entrar desde atrás, cuando tus jadeos ya se tornaron gritos y no pude aguantar por mas tiempo. Me corrí dentro de tí, mientras las paredes de tu vagina me apresaban, tibiamente, como si no quisieran dejarme escapar. Me volqué por completo en tu interior lo que disfrutaste hasta el extremo, hundiendo tu mano en ti, para no dejar escapar ni una sola gota, de tu cuerpo sudoroso.


Pensé que jamás podría dedicar mi vida a la fotografía profesional. Al menos, no al desnudo.

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